Comentario
El imperio inca o Tawantinsuyu estaba sumido en una grave crisis interna en forma de guerra civil, que facilitará mucho la conquista española. Será llevada a cabo por Francisco Pizarro y su socio Diego de Almagro -a los que se une como socio capitalista el clérigo Hernando Luque-, que tras dos intentos fracasados en 1524 y 1526 (llenos de episodios anecdóticos, como el de los trece de la fama en la isla del Gallo), deciden emprender la conquista, para lo cual Pizarro viaja a España y obtiene la correspondiente capitulación (1529).
Sin embargo, todo lo que consiguen reunir fueron unos 180 hombres y 37 caballos, con los que salen de Panamá en enero de 1531. Tras un penoso viaje, a comienzos de 1532 desembarcan en Túmbez y se internan por el país, reciben varios mensajes de Atahualpa, que primero les ordena que salgan de sus tierras y luego los cita en Cajamarca. El 15 de noviembre el pequeño grupo de 175 españoles llega a la ciudad andina y comprueba horrorizado que había un ejército indígena de unos 40.000 hombres.
Al día siguiente, 16 de noviembre, se produce el encuentro oficial, en una escena memorable e inaudita, seguida de una breve y feroz batalla y la captura del Inca. En este caso, a diferencia del mexicano, no hubo ayuda de aliados, ni mitos de regreso de dioses: la derrota incaica se debió al desprecio a un enemigo pequeño. Ocurrió luego el episodio del rescate de Atahualpa, ofreciendo el Inca una habitación llena de oro y dos de plata a cambio de su libertad, que desde luego no obtuvo. El tesoro, valorado en 1.326.539 pesos de oro y 51.610 marcos de plata, no impidió que, tras un juicio sumarísimo, Atahualpa fuera condenado a muerte y ejecutado el 26 de Julio de 1533.
Pizarro designa un nuevo inca y se dirige entonces al Cuzco, ocupando la capital incaica en noviembre de 1533, pero no quiso situar allí la capital de la Nueva Castilla. Esa función corresponderá a la Ciudad de Los Reyes, Lima, fundada en la costa en enero de 1835.